Glosas
... un espacio para hablar desde San Miguel
Enrique García y García*
Desde mi infancia siempre me llamó la atención que el
agua utilizada rutinariamente para el riego agrícola provenía del subsuelo. La operación
era muy sencilla, simplemente se prendía un motor y al instante salía agua a
borbotones que se vertía en una pila y
de allí se enviaba a los campos de cultivo. Esa experiencia la tengo grabada y se
refuerza con alguna fotografía que registró la escena. Creía que todo era
cuestión de taladrar hacia abajo de la superficie y a poca profundidad se
encontraría una alberca gigantesca de la cual se sacaría el agua a la
superficie. Ingenuidad.
No tenía edad para cuestionarme por qué al lado de la
salida del pozo había un predio con un bordo el cual ya no retenía agua, sino simplemente
tierra sobre la cual se cultivaba utilizando el agua que salía por un tubo y sin
mayor esfuerzo. Lo que habían hecho los ejidatarios era rellenar el embalse
para ampliar el área de cultivo usando la fuente de agua que parecía
inagotable. La presa había dejado su función original de captar agua de lluvia.
Así sucedió.
Descubrí la realidad cuando en las aulas
universitarias me aclararon el funcionamiento del agua subterránea. Complicado,
pero se puede exponer de manera sencilla.
Primeramente amigo lector, te comento que en términos
generales no hay tales albercas, sino que el agua se encuentra dentro de
ciertas capas porosas debajo de la tierra vegetal que se denominan acuíferos. Imagínate
que son unas enormes esponjas con múltiples micro burbujas, las cuales pueden
llenarse con agua. Esos acuíferos son de hecho rocas permeables las cuales
contienen agua en movimiento muy lento. Para sensibilizarte sobre la velocidad
del agua, piensa en un embudo cerrado de piedra, a modo de filtro, al cual le agregas una jarra de agua y después
de una noche de goteo continuo sólo colectas un vaso de líquido. Así de lento
es el movimiento.
El proceso 1 de
infiltración del agua de lluvia hacia los acuíferos inicia en la capa
superficial conocida como tierra vegetal. El agua entra en contacto con la
tierra, la empapa y luego penetra hacia abajo atravesando lentamente zonas más
compactas constituidas por arena, grava o arcillas, y a su paso también puede
encontrar fisuras por donde avanza con mayor facilidad. Llega a zonas saturadas
de líquido en movimiento proveniente de otras localidades en la superficie. De
esta forma se suma al flujo predominante de agua que avanza a velocidades
mínimas. La rapidez depende obviamente del medio poroso y la altura donde se da
la filtración en los sitios llamados zonas de recarga. De esta forma se
entiende que el agua que llueve en determinado lugar no precisamente alcanza el
acuífero en un punto perpendicular a la superficie.
La velocidad del agua del subsuelo está en un rango de
valores muy amplio, desde unos cuantos centímetros a varios metros por día;
estas determinaciones se hacen normalmente con el auxilio 2 del isótopo
ambiental Carbono 14. El que ésto reseña ha medido en muchas partes
del País tiempos de infiltración del agua de lluvia, desde que cae en la
superficie hasta el lugar de la extracción, del orden de 1,500 años, razón por
la cual considera este recurso hídrico como “finito”, y recomiende disminuir la
explotación so pena de extinguirlo en unas cuantas décadas.
Por otro lado la calidad del agua subterránea que se
está extrayendo actualmente dista mucho de la que tenía cuando ésta provenía de
estratos más superficiales. Hoy día es frecuente encontrar elementos nocivos como
Flúor y Arsénico, lo cual implica un tratamiento previo para su uso potable y
agrícola.
El agotamiento de los acuíferos es una realidad que se
constata permanentemente, a través de las mediciones de los niveles de donde se
bombea el agua a la superficie, que bajan de manera constante con valores entre
tres a cinco metros por año. En la Ciudad de México, por ejemplo, el 70% del
agua potable proviene del subsuelo con una extracción aproximada de 45 m3/s
mientras que la supuesta infiltración es de sólo 25 m3/s, sin
embargo en un período de tiempo corto, los valores son mucho menores, en virtud
de los tiempos tan largos que se necesitan para que dicha infiltración llegue a
su destino. Problema 3 crucial y
difícil.
Con objeto de remediar esa sobreexplotación y recuperar
los niveles de bombeo, se ha pensado
reinyectar los mantos acuíferos de manera artificial, sin embargo en términos
generales no me parece factible. Jamás he visto una recuperación de niveles en
los cientos de sistemas de bombeo que han pasado por este gabinete. Abundo.
Tomando como ejemplo la misma Ciudad Capital, ésta tiene una área de recarga natural en las serranías
que la contienen, cuya superficie es del orden de 100 mil hectáreas, mientras
que las zonas de recarga artificial que se plantean son muchísimo más pequeñas,
que se miden en metros cuadrados; esas
áreas incluyen tajos o zanjas de captación, y pozos de absorción. Los métodos
para introducir el agua son diversos y basta saber que en unos casos es
mediante la infiltración en zonas de
rápido tránsito y en otros a través de tubería que se inserta hasta capas permeables. Otro aspecto
que hace más difícil la reinyección de agua es que al sustraer el líquido del
medio poroso, éste se compacta y dificulta más el paso. Lo anterior respalda la
aseveración de la poca viabilidad de esas
recargas artificiales.
En vez de pensar en recuperar los mantos subterráneos,
es mi parecer que se deben intensificar los trabajos para encontrar en el agua
superficial, la solución para el abasto de agua potable e industrial en las
ciudades, y de agua para riego en el campo.
Como ven amigos lectores, el agua subterránea que hace
setenta años parecía la fuente inagotable del recurso, ahora está
convirtiéndose en mero espejismo.
7 de julio del 2013
1.- http://bit.ly/14hn2CY Isótopos ambientales en el ciclo hidrológico. Documentos OIEA, 2011
2.- http://bit.ly/13XMjBL Hidrología a base de isótopos
ambientales. B. R. Payne, E. García y G. Boletín OIEA, 1975.
3.- http://bit.ly/13XPuJC Programa de
manejo sustentable del agua para la Ciudad de México. Gobierno del D.F., 2007
* Físico Nuclear, egresado de
la UNAM, con diversas especialidades en energía, agua y transferencia de
tecnología; autor de cinco libros de divulgación técnica, dos más por
publicarse, y una centena y media de publicaciones afines; editorialista en
diversos periódicos nacionales, en temas humanistas y técnicos; consultor
independiente con sede en San Miguel de Allende, Gto.
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